Irónicamente, en los países desarrollados la pobreza y la obesidad van de la mano. A esta conclusión han llegado los especialistas después de hacer un balance del estado nutricional de la gente que habita el planeta. Los genes y la evolución humanos han modelado el cerebro del hombre para que consiga el máximo de energía con el mínimo de esfuerzo. Esto le fue de utilidad por miles y miles de años, cuando el hambre era una amenaza constante. Sin embargo, esta adaptación evolutiva no se adecua al mundo moderno, en que los alimentos hipercalóricos se encuentran tan accesibles, por ejemplo cuando se pide por teléfono comida a domicilio o uno la tiene tan cerca como la tienda de la esquina. Aunque se cree que puede haber genes ligados a la obesidad, su gran frecuencia actual se debe más al cambio de condiciones sociales y ambientales y menos a una propensión genética. Un factor central de esta variació...