Si pone atención en el bote de basura inorgánica de cualquier casa, verá que contiene una enorme cantidad de bolsas del supermercado y otros empaques de plástico fabricados de polietileno. En nuestro país, se desechan al año aproximadamente 20 millones de toneladas de este plástico, pero sólo se tiene capacidad para reciclar un millón.
Los químicos han encontrado un procedimiento mediante el cual el polietileno puede convertirse en un aceite lubricante de excelente calidad. Hoy en día, estas sustancias se obtienen a partir del gas natural, materia prima muy costosa.
Tanto el polietileno como los aceites lubricantes están compuestos de cadenas de carbono e hidrógeno. La diferencia es que cada molécula de polietileno consta de cadenas de cientos de átomos de carbono y las moléculas de los aceites son cadenas más pequeñas, de 20 a 50 átomos de carbono.
Para realizar esta transformación química se funde el plástico y se pasa a unos hornos, donde el calor rompe las moléculas de polietileno, para convertirlas en unas más pequeñas. Primero se obtiene una sustancia con la textura de una cera. Por medio de otra reacción química, ésta vuelve a sufrir roturas, hasta dejar las moléculas del tamaño requerido para tener la viscosidad y transparencia de un aceite lubricante.
Su calidad es excelente e impide la fricción entre las partes del motor de los autos, lo que supone mayor eficiencia.
Por otro lado, convertir en algo útil un contaminante que está ahogando al planeta es un buen logro de la química en favor del equilibrio ecológico.