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Micropolución

   Además de los gases que contaminan la atmósfera de una ciudad como la nuestra, también se encuentran partículas sólidas suspendidas en ella. Puede tratarse de polvo, metales, pólenes o compuestos orgánicos. Las partículas suspendidas pueden medir desde 10 micrómetros hasta una décima de micrómetro de diámetro.

   (El diámetro de un cabello mide 100 micrómetros.) Ha existido cierta controversia entre los científicos acerca de si el daño producido por la partícula se debe a su composición química, a su tamaño o a la combinación de ambas propiedades.

   Algunas estadísticas muestran que las partículas suspendidas se relacionan no sólo con enfermedades respiratorias sino también con padecimientos cardiacos en personas mayores.

   Las más dañinas son las que miden menos de una décima de micrómetro y las que contienen metales. Dichas entidades pueden afectar al corazón de dos formas.

   Las partículas ultrafinas, al llegar a los receptores de los pulmones, estimulan los nervios del corazón y provocan una arritmia, es decir, un latido irregular; esto, en una persona mayor con afección cardiaca, puede ocasionar un paro cardiaco.

   En la otra forma, los agentes penetran en el alveolo pulmonar, que al inflamarse libera una sustancia capaz de precipitar una reacción inmunológica. Ésta favorece la formación de coágulos y la contracción de los vasos sanguíneos, lo que da lugar al depósito de placas de grasa que bloquean los vasos que irrigan al corazón, con la consiguiente aparición de un infarto.

   Ésta es sólo una razón más para que se regule la emisión industrial de estas partículas.

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