Hace dos millones de años, los primeros homínidos tenían las piernas mucho más cortas que el hombre actual. Se ha creído que la evolución favoreció el desarrollo de extremidades más largas porque de esa forma se gastaba menos energía al correr.
En fecha reciente se desarrolló un modelo matemático, basado en principios de física, en el que se comprueba que la energía que se consume al correr depende de dos factores principales: la velocidad y la longitud de las piernas.
Tanto en el caso del hombre como en el de animales, mientras mayor sea la longitud de ellas, menor es la cantidad de movimientos que se efectúan hacia arriba y abajo al correr, lo que reduce en grado considerable la fuerza necesaria para impulsarse contra el suelo en cada paso.
Los investigadores experimentaron con personas, perros, cabras y otros animales en caminadoras que adaptaron en su laboratorio; calcularon así la energía gastada y midieron el oxígeno que consumían al correr una misma distancia. La energía que se gastó en todos los casos era inversamente proporcional a la longitud de las piernas.
Otros factores fisiológicos, como la rapidez o la lentitud con que se contraen las fibras musculares, también influyen en el gasto de energía.
En fecha reciente se desarrolló un modelo matemático, basado en principios de física, en el que se comprueba que la energía que se consume al correr depende de dos factores principales: la velocidad y la longitud de las piernas.
Tanto en el caso del hombre como en el de animales, mientras mayor sea la longitud de ellas, menor es la cantidad de movimientos que se efectúan hacia arriba y abajo al correr, lo que reduce en grado considerable la fuerza necesaria para impulsarse contra el suelo en cada paso.
Los investigadores experimentaron con personas, perros, cabras y otros animales en caminadoras que adaptaron en su laboratorio; calcularon así la energía gastada y midieron el oxígeno que consumían al correr una misma distancia. La energía que se gastó en todos los casos era inversamente proporcional a la longitud de las piernas.
Otros factores fisiológicos, como la rapidez o la lentitud con que se contraen las fibras musculares, también influyen en el gasto de energía.