Relatos muy antiguos y actuales describen un fenómeno atmosférico que puede erizar el pelo de cualquier persona que lo observe.
Dicen, los que lo han visto, que durante las tormentas eléctricas aparece una esfera incandescente, como un balón luminoso de diferentes colores, que emite un ruido sibilante. Esta aureola se mueve cerca del suelo y atraviesa puertas y ventanas, para desaparecer después de un máximo de dos segundos, de manera silenciosa o explosiva. Algunas veces no causa daño, pero otras se comenta que ha quemado a alguna persona o los objetos hallados en la trayectoria por donde pasa.
Por mucho tiempo, a estas centellas esféricas se las consideró en los medios científicos como una superchería. En 1904, Nikola Tesla, uno de los científicos más importantes en el campo de la electricidad, lo reconoció como un fenómeno físico, que trató de explicar sin éxito.
A pesar de los diversos intentos por hacerlo, no se ha logrado encontrar hasta la fecha una explicación satisfactoria, ni menos aún se había podido reproducir el fenómeno en un laboratorio.
En fecha reciente unos científicos que experimentaban con un taladro dentro de una cámara de microondas, en donde perforaban una superficie de silicato, vieron cómo se fundía la zona taladrada y se transformaba en una columna en llamas. De inmediato tomaba forma esférica y flotaba hacia el techo de la cámara.
Los especialistas creen que esto constituye la reproducción del fenómeno observado durante las tormentas.
Su hipótesis presupone que, al caer el rayo en el suelo, el sílice de la arena que allí se encuentra se divide en nanopartículas en ignición, que forman lo que el lenguaje popular ha llamado centellas.