Su uso en construcción no es nuevo; hace 2000 años ya lo empleaban los griegos y romanos; empero, si es tan antiguo, ¿qué más puede decirse de él? Equipos de físicos, químicos, matemáticos e ingenieros unen esfuerzos y conocimientos para investigar y encontrar nuevos materiales que respondan a las necesidades del mundo moderno, y uno de ellos es un concreto con nuevas propiedades.
El concreto típico consta de arena o grava a las que se agrega agua y cemento.
Este último es una mezcla de cal y arcilla que reacciona entre sí hasta unir todos los componentes. Sin embargo, el concreto común es rígido y quebradizo y puede romperse.
Investigadores en materiales han obtenido un concreto flexible que es cinco veces más resistente que el común. Esto se ha logrado tras añadir pequeñas fibras, que pueden ser de acero o algún polímero, que quedan dispersadas en él. Un puente construido con este material es mucho más ligero y resistente al viento.
Por otra parte, científicos alemanes han obtenido un concreto translúcido.
Han fabricado barras de este material dentro de las cuales se integran tramos de fibra óptica de vidrio, las cuales transmiten la luz. Con estas barras de concreto translúcido se pueden construir, por ejemplo, paredes de edificios en zonas desérticas. Éstas aíslan del calor y, sin tener ventanas, suministran luminosidad a los espacios interiores.
La ciencia proporciona beneficios que algunas veces no se toman en cuenta y que se subestiman por ser tan grises y prosaicas como el concreto.