Varias generaciones de profesionistas que hace algunos años estudiaron en Ciudad Universitaria recordarán al oír la palabra «origami» al «Papirolas», un pintoresco personaje que recorría las facultades haciendo figuras muy diversas de papel doblado.
El origami es un antiguo arte japonés cuyas reglas establecen que «las figuras se lograrán con una sola hoja de papel, con múltiples dobleces, sin cortar ni pegar».
Inspirado por esta singular actividad, un físico desarrolló un programa de computadora en el que, al aplicar un algoritmo —que es un conjunto ordenado de operaciones matemáticas— es posible calcular con precisión el sitio del papel en que deben hacerse los dobleces para obtener cierta figura. De esta manera, ha logrado las formas más complicadas de insectos y animales.
Sin embargo, también demostró que este antiguo arte puede tener aplicaciones que rebasan la decoración y el entretenimiento, ya que diferentes tipos de productos requieren un doblez especial para su presentación y funcionamiento.
Por ejemplo, ha resuelto problemas como el empaque de una lente gigantesca de telescopio hecha de material flexible que tiene el tamaño extendido de una cancha de fútbol y que debe caber en un cilindro de 2.5 m de altura para poder viajar en una nave espacial.
Asimismo, soluciona complicaciones de las bolsas de aire de los automóviles, que deben compactarse en un espacio muy pequeño, implantes médicos que deben colocarse en el interior de alguna arteria y antenas de teléfonos celulares, que tienen que plegarse en un reducido compartimiento dentro del aparato.
Los más complejos patrones antiguos de origami constaban de 20 pasos de dobleces, mientras que los nuevos diseños incluyen 100 o más y en ellos la secuencia es lo importante.
Sin duda, un arte como el origami ha pasado a ser un valioso instrumento para la tecnología.
El origami es un antiguo arte japonés cuyas reglas establecen que «las figuras se lograrán con una sola hoja de papel, con múltiples dobleces, sin cortar ni pegar».
Inspirado por esta singular actividad, un físico desarrolló un programa de computadora en el que, al aplicar un algoritmo —que es un conjunto ordenado de operaciones matemáticas— es posible calcular con precisión el sitio del papel en que deben hacerse los dobleces para obtener cierta figura. De esta manera, ha logrado las formas más complicadas de insectos y animales.
Sin embargo, también demostró que este antiguo arte puede tener aplicaciones que rebasan la decoración y el entretenimiento, ya que diferentes tipos de productos requieren un doblez especial para su presentación y funcionamiento.
Por ejemplo, ha resuelto problemas como el empaque de una lente gigantesca de telescopio hecha de material flexible que tiene el tamaño extendido de una cancha de fútbol y que debe caber en un cilindro de 2.5 m de altura para poder viajar en una nave espacial.
Asimismo, soluciona complicaciones de las bolsas de aire de los automóviles, que deben compactarse en un espacio muy pequeño, implantes médicos que deben colocarse en el interior de alguna arteria y antenas de teléfonos celulares, que tienen que plegarse en un reducido compartimiento dentro del aparato.
Los más complejos patrones antiguos de origami constaban de 20 pasos de dobleces, mientras que los nuevos diseños incluyen 100 o más y en ellos la secuencia es lo importante.
Sin duda, un arte como el origami ha pasado a ser un valioso instrumento para la tecnología.