Resolver el problema de la obesidad, cuando es el resultado de un apetito voraz, ha resultado difícil. En los últimos años se han descubierto distintas sustancias producidas por el organismo que actúan como reguladoras de la sensación de saciedad, si bien su mecanismo de acción es muy complejo.
Una de estas sustancias es la llamada hormona PYY, que se produce en el intestino. Un equipo de investigadores encontró en fecha reciente que, cuando se somete a ratones a una dieta rica en proteínas, como carne, huevo y queso, producen una mayor cantidad de esta hormona, acumulan menos grasa y pierden peso.
Cuando a estos ratones se les modificaron los genes encargados de producir «PYY», comieron más, a pesar de que no se modificó la alimentación rica en proteínas, y acumularon más grasa.
Al inyectarles la hormona que ya no podían producir, su apetito volvió a disminuir y perdieron peso de nueva cuenta.
Antes de que la comida rica en proteínas se pueda recomendar para obtener una disminución sostenida de peso, es necesario realizar estudios que determinen si no conlleva el riesgo de aumentar el colesterol, dañar los riñones u ocasionar otros problemas.