El insomnio es un trastorno del sueño que afecta a uno de cada diez adultos.
Existen en el mercado las llamadas «pastillas para dormir» que, si bien logran su cometido, producen efectos secundarios desagradables, como falta de memoria o somnolencia al día siguiente.
El padecimiento contrario es la «narcolepsia». Quien lo padece se queda dormido de manera súbita, sin importar cuál sea el lugar, la hora del día o la actividad realizada. Los neurólogos encontraron que quienes la experimentan tienen una deficiencia de unas sustancias producidas por el cerebro llamadas «orexinas». Cuando se administran éstas, los pacientes pueden mantenerse despiertos y alertas.
Con base en estos conocimientos, un grupo de farmacólogos dedujo que los insomnes deben tener niveles altos de orexinas y que eso les impedía conciliar el sueño.
Por consiguiente, han buscado y encontrado, por fin, una sustancia capaz de bloquear su acción. Ésta se conoce con el nombre técnico de ACT-078573.
Las pruebas experimentales han comprobado que, en efecto, esta sustancia induce el sueño en animales de laboratorio. Sin embargo, es preciso aún realizar muchas pruebas para determinar si los riesgos de un medicamento que actúa sobre un sistema tan complejo como el sueño no son mayores que sus posibles beneficios.