Pese a la elegancia de su nombre, el estafilococo dorado es una de las bacterias más temibles que hay. Su variante resistente a los antibióticos ha causado por décadas infecciones hospitalarias con un elevado índice de mortalidad y todos los intentos por combatirla han sido infructuosos.
Un equipo de inmunólogos ha observado que esto se debe a que el patógeno produce una toxina, a la que han denominado PVL, que ataca a las células del sistema inmunitario, crea agujeros en sus paredes celulares y precipita su estallido; todo ello deriva en una forma letal de neumonía. La toxina también ayuda al microbio a producir una proteína pegajosa que le permite adherirse a los tejidos, de modo tal que los infecta con mayor efectividad.
Para comprobar que la toxina es la causante de la agresividad del estafilococo, los inmunólogos modificaron genéticamente al microorganismo, tras eliminar al gen que la produce. Inocularon a un lote de ratones con el estafilococo del gen desactivado y a otro con el normal. Del primero sobrevivieron a la infección todos los ratones, mientras que en el segundo murió el 80 por ciento.
Esta investigación es importante porque revela que si se aísla esta toxina, quizá sea posible diseñar anticuerpos que la destruyan. Todos los intentos anteriores, concentrados en atacar a la bacteria, no habían funcionado.
Un equipo de inmunólogos ha observado que esto se debe a que el patógeno produce una toxina, a la que han denominado PVL, que ataca a las células del sistema inmunitario, crea agujeros en sus paredes celulares y precipita su estallido; todo ello deriva en una forma letal de neumonía. La toxina también ayuda al microbio a producir una proteína pegajosa que le permite adherirse a los tejidos, de modo tal que los infecta con mayor efectividad.
Para comprobar que la toxina es la causante de la agresividad del estafilococo, los inmunólogos modificaron genéticamente al microorganismo, tras eliminar al gen que la produce. Inocularon a un lote de ratones con el estafilococo del gen desactivado y a otro con el normal. Del primero sobrevivieron a la infección todos los ratones, mientras que en el segundo murió el 80 por ciento.
Esta investigación es importante porque revela que si se aísla esta toxina, quizá sea posible diseñar anticuerpos que la destruyan. Todos los intentos anteriores, concentrados en atacar a la bacteria, no habían funcionado.