En 1950, el promedio de vida del mexicano era de 50 años. Los avances en ciencia y medicina han logrado que se extienda hoy día hasta los 75. ¿Será posible que se mantenga esta tendencia hacia la longevidad? No se dispone de una respuesta para esta pregunta. Aunque los biólogos moleculares han encontrado factores capaces de prolongar la vida de algunos insectos y ratones, se desconoce si éstos actuarían de la misma manera en el hombre.
Tres son los principales factores que han logrado alargar la vida en animales de laboratorio: una dieta nutritiva muy baja en calorías; la reducción de los niveles en sangre de los receptores de una proteína muy parecida a la insulina; y la prevención del daño tisular que producen los oxidantes y los radicales libres. Sin embargo, estudios equivalentes no se han llevado a cabo en seres humanos, ya que aún se desconocen los daños secundarios que podrían surgir de la variación de estos factores.
Por otro lado, estas investigaciones muestran una dificultad: sería necesario realizarlos en individuos muy jóvenes. Éstos tendrían que someterse a un vigilancia y seguimiento de por vida y, cuando el estudio pudiera evaluarse, los científicos que lo iniciaron ya habrían muerto.
El aspecto ético de este asunto lleva a evaluar cuánto vale la pena extender la vida si no se reduce la incidencia de las afecciones propias de la vejez, como el Parkinson, el Alzheimer, las enfermedades cardiovasculares y la escasa movilidad.
Algunos opinan que la investigación debiera enfocarse más en la prevención y tratamiento de estos padecimientos, no tanto en buscar la fórmula de la longevidad.
Asimismo, solventar la creciente cantidad de pensionados es ya un problema económico y social para todos los países.
Tres son los principales factores que han logrado alargar la vida en animales de laboratorio: una dieta nutritiva muy baja en calorías; la reducción de los niveles en sangre de los receptores de una proteína muy parecida a la insulina; y la prevención del daño tisular que producen los oxidantes y los radicales libres. Sin embargo, estudios equivalentes no se han llevado a cabo en seres humanos, ya que aún se desconocen los daños secundarios que podrían surgir de la variación de estos factores.
Por otro lado, estas investigaciones muestran una dificultad: sería necesario realizarlos en individuos muy jóvenes. Éstos tendrían que someterse a un vigilancia y seguimiento de por vida y, cuando el estudio pudiera evaluarse, los científicos que lo iniciaron ya habrían muerto.
El aspecto ético de este asunto lleva a evaluar cuánto vale la pena extender la vida si no se reduce la incidencia de las afecciones propias de la vejez, como el Parkinson, el Alzheimer, las enfermedades cardiovasculares y la escasa movilidad.
Algunos opinan que la investigación debiera enfocarse más en la prevención y tratamiento de estos padecimientos, no tanto en buscar la fórmula de la longevidad.
Asimismo, solventar la creciente cantidad de pensionados es ya un problema económico y social para todos los países.