Uno de los objetivos de los alquimistas fue encontrar el elíxir de la vida. Se daba por sentado que éste conservaría eternamente el vigor de la juventud y por mucho tiempo creyeron que el «oro potable» era capaz de conseguirlo. Los tiempos y la tecnología han cambiado, pero el hombre es el mismo y su anhelo por conservar los atributos de la juventud no se ha modificado a pesar de los siglos.
Después de la aparición de las sustancias que aumentan la libido y la potencia sexual en el hombre, algunos médicos empezaron a prescribir testosterona, la hormona sexual masculina, como terapia sustitutiva en varones mayores de 65 años.
En personas de esas edades, que además de disminución de la libido acusan una pérdida de masa muscular y disminución de la densidad ósea, es frecuente que haya estados depresivos.
La administración de testosterona revierte estos síntomas y el cuadro se acompaña de una sensación de vigor y bienestar.
Todo ello permite comprender por qué en el año 2003 la testosterona se prescribió en Estados Unidos a 2 millones de personas, el doble que en 1999.
Ésta, que pareciera ser una noticia buena, ha desatado una serie de preocupaciones. La testosterona no sólo se ha suministrado en hombres mayores de 65 años: el 30 por ciento de los usuarios se encuentra entre los 18 y 45 años y, para esa población, la terapia con esta hormona será por toda la vida. El verdadero problema es que no existen estudios de la acción de la testosterona a largo plazo y existe el temor de que pueda inducir cáncer de próstata.
Es importante estar consciente de que el uso de la testosterona como terapia sustitutiva debe indicarse de manera cuidadosa, ya que aún no se conocen sus riesgos o beneficios a largo plazo.
Después de la aparición de las sustancias que aumentan la libido y la potencia sexual en el hombre, algunos médicos empezaron a prescribir testosterona, la hormona sexual masculina, como terapia sustitutiva en varones mayores de 65 años.
En personas de esas edades, que además de disminución de la libido acusan una pérdida de masa muscular y disminución de la densidad ósea, es frecuente que haya estados depresivos.
La administración de testosterona revierte estos síntomas y el cuadro se acompaña de una sensación de vigor y bienestar.
Todo ello permite comprender por qué en el año 2003 la testosterona se prescribió en Estados Unidos a 2 millones de personas, el doble que en 1999.
Ésta, que pareciera ser una noticia buena, ha desatado una serie de preocupaciones. La testosterona no sólo se ha suministrado en hombres mayores de 65 años: el 30 por ciento de los usuarios se encuentra entre los 18 y 45 años y, para esa población, la terapia con esta hormona será por toda la vida. El verdadero problema es que no existen estudios de la acción de la testosterona a largo plazo y existe el temor de que pueda inducir cáncer de próstata.
Es importante estar consciente de que el uso de la testosterona como terapia sustitutiva debe indicarse de manera cuidadosa, ya que aún no se conocen sus riesgos o beneficios a largo plazo.