Con el fin de estudiar el mecanismo de crecimiento de los tumores cancerosos, unos investigadores inyectaron células de este tipo a un lote de ratones sanos.
En todos, excepto en uno, se desarrollaron tumores que crecían con rapidez.
Al considerar que tal vez habían cometido un error, inyectaron de nueva cuenta al ratón, que tampoco desarrolló cáncer la segunda vez.
Después de varias aplicaciones se convencieron de que el roedor tenía una inmunidad contra esta enfermedad. Se lo cruzó con diferentes hembras y el 40 por ciento de sus crías mostró la misma propiedad.
Los científicos observaron que, en estos animales, alrededor de las células cancerosas inyectadas se congregaban glóbulos blancos, llamados neutrófilos y macrófagos, que englobaban y destruían a las células cancerosas.
Extrajeron sangre de dichos ratones y aislaron los glóbulos blancos. Cuando estos glóbulos se inyectaron en ratones normales, los roedores adquirieron inmunidad al cáncer. Más aún, reconocieron un efecto retroactivo, ya que al administrar los glóbulos a ratones que ya habían desarrollado tumores cancerosos en piel, éstos desaparecieron después de algunas semanas.
Los investigadores se encuentran desconcertados por este descubrimiento accidental, toda vez que desconocen su mecanismo de acción. Sin embargo, se abre el camino para investigar qué gen o genes se encargan de esta resistencia al cáncer.
También desconocen si este tipo de inmunidad se pueda encontrar en el hombre y si pudiera ser la explicación de ciertos casos aislados de personas que han tenido tumores cancerosos que han desaparecido de modo espontáneo.
En todos, excepto en uno, se desarrollaron tumores que crecían con rapidez.
Al considerar que tal vez habían cometido un error, inyectaron de nueva cuenta al ratón, que tampoco desarrolló cáncer la segunda vez.
Después de varias aplicaciones se convencieron de que el roedor tenía una inmunidad contra esta enfermedad. Se lo cruzó con diferentes hembras y el 40 por ciento de sus crías mostró la misma propiedad.
Los científicos observaron que, en estos animales, alrededor de las células cancerosas inyectadas se congregaban glóbulos blancos, llamados neutrófilos y macrófagos, que englobaban y destruían a las células cancerosas.
Extrajeron sangre de dichos ratones y aislaron los glóbulos blancos. Cuando estos glóbulos se inyectaron en ratones normales, los roedores adquirieron inmunidad al cáncer. Más aún, reconocieron un efecto retroactivo, ya que al administrar los glóbulos a ratones que ya habían desarrollado tumores cancerosos en piel, éstos desaparecieron después de algunas semanas.
Los investigadores se encuentran desconcertados por este descubrimiento accidental, toda vez que desconocen su mecanismo de acción. Sin embargo, se abre el camino para investigar qué gen o genes se encargan de esta resistencia al cáncer.
También desconocen si este tipo de inmunidad se pueda encontrar en el hombre y si pudiera ser la explicación de ciertos casos aislados de personas que han tenido tumores cancerosos que han desaparecido de modo espontáneo.