Antes de partir hacia la guerra o tomar una importante decisión, generales, reyes y gobernantes de la antigua Grecia acudían al oráculo de Delfos, situado debajo del templo de Apolo, para solicitar las profecías y consejos de las pitonisas.
Éstas eran las sacerdotisas que mantenían el fuego del templo. El oráculo se hallaba en un lugar subterráneo, en donde había un abismo en cuyo fondo corría el agua de un manantial. La pitonisa se colocaba en un trípode, encima de la falla, y aspiraba el pneuma, un gas de olor dulzón. Entraba en trance y respondía en forma alterada y ambigua a las preguntas que le hacían. Un sacerdote interpretaba después las respuestas. Algunas veces, las pitonisas experimentaban episodios de gritos y estertores y se asegura, según la tradición, que algunas murieron.
Hasta ahora los arqueólogos han buscado, sin éxito, el abismo, el manantial y los gases de olor dulce. Sin embargo, hace poco tiempo un equipo de investigadores realizó un estudio alrededor del templo de Apolo, en el monte Parnaso, que confirmó la presencia de fallas geológicas que atravesaban el oráculo; no obstante, el abismo se había tapado con incrustaciones calizas, que estaban impregnadas de una sustancia similar al betún, parecida al petróleo.
Los movimientos tectónicos provocaban fricción entre las rocas y el calentamiento generaba la evaporación de metano, etano y etileno, por lo que el análisis del agua detectó allí la presencia de estos gases.
Los científicos llegaron a la conclusión de que el trance de las pitonisas correspondía a una intoxicación con etileno, puesto que los síntomas son similares a los que padecen los adictos a la inhalación de «cemento».
Sin duda, algunos sucesos considerados mágicos o sobrenaturales han encontrado su explicación a través de la ciencia.