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Inmunidad y sida

   Las estadísticas de la Organización Mundial de la Salud muestran que entre 0.5 y 0.8 por ciento de la población de América se halla infectada por el virus del sida, en tanto que el continente más afectado es África, donde se calcula que 7.4 por ciento de la población padece la enfermedad. Algo que llama la atención es que en Europa occidental esta proporción es mucho menor, dado que sólo un 0.3 por ciento se ha infectado con el virus. ¿Qué los ha protegido? Los genetistas han encontrado la presencia de una mutación en el ADN en el 10 por ciento de los europeos, una alteración del material genético que se transmite de padres a hijos. La mutación produce un cambio en una proteína que cubre a los glóbulos blancos e impide que penetre en ellos el virus del sida. Esta proteína es diferente a la del resto de la gente que, al no presentar la mutación, hace posible la entrada del virus al glóbulo blanco, de tal forma que se altera el sistema inmunológico.

   Los científicos que estudian el fenómeno presuponen que dicha mutación apareció hace unos 2 mil 500 años y que entonces sólo la tenía una de cada 20 mil personas.

   Desde el siglo XIV hasta el XVIII, Europa se vio afectada por epidemias decrecientes de peste. Se calcula que sólo entre 1347 y 1350 murió el 40 por ciento de la población. Al parecer, la proteína, presente en los glóbulos blancos de aquellos que poseen la mutación, les permitió resistir a estas tragedias. Los sobrevivientes tuvieron descendencia y así aumentó la proporción de individuos con dicha alteración genética en Europa. Siglos después la mutación podría todavía protegerlos del virus del sida. Otros investigadores asumen que la viruela y sus epidemias son la causa más probable de esta resistencia heredada, ya que siempre se ha creído que la peste se debía a una bacteria, y no a un virus.

   Resulta irónico que las plagas mortales de otra época puedan, en cierta forma, dar origen a la protección contra nuevas epidemias

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