Barcos, trenes, aviones, automóviles y construcciones metálicas tienen un enemigo común: la corrosión, ya que tarde o temprano ataca a los metales de la estructura.
Se trata de una reacción entre los metales y las sustancias químicas presentes en el ambiente, en especial oxidantes y sales, que se ve favorecida por el calor, la humedad, la radiación o la electricidad.
La manera convencional de evitar esta situación consiste en colocar sobre la superficie metálica, antes de que se dañe, un polímero sintético impermeable al agua o una capa de zinc metálico, proceso conocido como galvanización. Sin embargo, la más ligera rotura de este baño protector desencadena la corrosión.
En fecha reciente se fabricó un anticorrosivo que no sólo protege a la superficie del deterioro, sino que, una vez que ésta inicia, contraataca a la reacción y restaura el material.
El anticorrosivo está compuesto por un gel de óxido de zirconio que contiene pequeñísimas esferas de sílice cubiertas por unos polímeros y el inhibidor de la corrosión, llamado benzotriazol. El gel se aplica sobre las superficies metálicas y el más mínimo daño corrosivo libera las moléculas del benzotriazol, que actúan como si fueran un cicatrizante en la superficie atacada.
Esta sustancia se ha probado con éxito sobre aleaciones de aluminio expuestas a oxidantes y agua de mar.
Una pequeña modificación de la fórmula hará que también prevenga el deterioro que ocasiona la corrosión en el hierro y el acero, y su aplicación será de gran utilidad para proteger aviones, barcos, automóviles y estructuras metálicas expuestas a la intemperie.