Cualquiera que participe o vea las competencias de atletismo sabe que los participantes de carreras de grandes distancias son casi siempre atletas muy delgados.
Resulta lógico, si pensamos que tienen menos peso que desplazar; empero, ése no es el único factor determinante, dado que la fuerza para adquirir velocidad la proporcionan los músculos, además de que una buena masa muscular implica más peso.
Al pensar que debe existir una relación matemática entre la masa muscular y la máxima velocidad que puede adquirirse, un grupo de biofísicos del deporte recolectaron los datos de la altura y el peso de los 45 corredores más rápidos en el mundo en ocho tipos de carreras de distancias diferentes. Encontraron lo siguiente.
Siempre se había presupuesto que el esfuerzo requerido para mover y acelerar las piernas y brazos era lo que gastaba más energía.
Sin embargo, estos investigadores hallaron que, cuando el corredor ya adquirió cierta velocidad, la elasticidad de los tendones realiza un truco mecánico que permite que el balanceo y el rebote de las piernas reciclen, paso a paso, el 90 por ciento de la energía que reciben las piernas. En cambio, el mayor gasto de energía se consume en el golpe sobre el piso que soporta el peso del cuerpo.
Es imposible evadir la gravedad. A mayor velocidad, mayor gasto. Cuando se alcanza la máxima velocidad se golpea el piso en cada paso con una fuerza igual a 2.5 veces el peso corporal; por lo tanto, para correr más rápido se requiere mayor masa muscular; empero, si ésta es demasiado grande, contradictoriamente, se correrá más despacio, dado que se gasta más energía para soportar el cuerpo.
Si usted pretende correr un maratón, tenga en cuenta la relación entre estos dos factores: la velocidad que quiere adquirir y su masa corporal.