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Insomnio y astronautas

   La ambición del hombre por llegar más allá de los confines del planeta lo hizo alcanzar la Luna en 1969. Hoy, su siguiente meta es Marte. Aunque muchos científicos se han enfocado en trabajar para conseguirlo, no creen que se logre el objetivo pronto; primero tienen que resolver, además de problemas técnicos, lo que implica para el cuerpo humano permanecer mucho tiempo fuera del planeta, en condiciones fisiológicas adversas.


   Mientras que una misión a la Luna requería dos semanas, una a Marte se extendería por 30 meses. El viaje de ida y vuelta tomaría un año, más 18 meses de estancia en el planeta, en espera de que la Tierra y éste se vuelvan a alinear.

   Algo que complica la misión es la gran dificultad que existe para dormir en una nave espacial. El ruido, la luz y falta de gravedad provocan que los cosmonautas nunca puedan dormir ocho horas seguidas, cuatro o seis en el mejor de los casos (tomando además calmantes).

   Esta pérdida sostenida de sueño se traduce en una disminución del estado de alerta y un deterioro del desempeño mental y físico.

   Los ciclos de sueño y vigilia, conocidos como «ciclo circadiano», se hallan bajo la regulación de un paquete neuronal llamado núcleo supraquiasmático, que se encuentra en el hipotálamo. La sincronización entre ambos periodos necesita recibir estímulos visuales del entorno, como son la luz y la oscuridad.

   Los científicos han encontrado que, cuando la retina del ojo absorbe una luz azul de una longitud de onda específica, ésta se convierte en el principal estímulo para el funcionamiento sincronizado del ciclo circadiano.

   Con esos datos se ha diseñado ahora un sistema de iluminación adecuado para las nuevas naves espaciales, con el fin de resolver el problema de insomnio de los astronautas.

   Los nuevos conocimientos traerán beneficios también para aquellas personas en la Tierra que sufren trastornos del sueño.

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