Los estudios de los geólogos muestran que, mucho antes de que la revolución industrial desequilibrara el clima de nuestro planeta, hubo largas épocas de calentamiento seguidas por otras de enfriamiento.
Se cree que la elevación de la temperatura pudo deberse a la emisión de gases que producen el «efecto invernadero», como el dióxido de carbono (co) y el metano, que tienen la propiedad de atrapar el calor del sol.
Aunque se culpa en especial al CO2 de esta situación, el metano es un gas cuyo efecto invernadero es superior. Grandes cantidades de este gas proceden de las bacterias que habitan en los pantanos y las plantaciones de arroz, que ocupan enormes extensiones del planeta.
Es probable que los enfriamientos se debieran a que las cenizas lanzadas por erupciones volcánicas se quedaban flotando en la atmósfera terrestre y con ello se bloqueaba el paso de la luz solar.
Los volcanes también emiten un gas, que es el óxido de azufre, y un grupo de geofísicos acaba de demostrar que éste también favorece el descenso de la temperatura.
El óxido de azufre genera sulfatos en la tierra, que son necesarios tanto para las bacterias que producen metano como para otras. En presencia de esta sustancia, ambos grupos de bacterias compiten por el preciado compuesto, y generan una reducción del crecimiento de las que producen el metano.
Los científicos plantean la posibilidad de impulsar el desarrollo de estos microbios competidores tras agregar sulfatos en los pantanos y plantaciones de arroz, ya que han demostrado que esto aminora la producción de metano y por tanto el calentamiento del planeta.