En últimas fechas nos han alarmado las estadísticas referentes al aumento de individuos obesos en la población. La respuesta inmediata a la pregunta «¿por qué hay gente obesa?» es: «porque come mucho». Sin embargo, en realidad el asunto no es tan simple.
Algunas personas, en apariencia muy disciplinadas, dejan de comer después de ingerir una cantidad razonable de alimento: se han saciado. En cambio, otras pueden seguir haciéndolo, sin sentir el agobio de la saciedad.
Un grupo de investigadores ingleses ha identificado una diferencia metabólica entre estos dos grupos. El tracto gastrointestinal produce una hormona a la que se ha llamado PYY y su función es la de reducir el apetito y, por tanto, la ingestión de alimentos.
Se encontró que el intestino libera esta hormona unos 15 minutos después del comienzo de la comida y que se desplaza a través del torrente sanguíneo hasta el cerebro, en donde «apaga el switch» que activa el hambre. Los niveles más altos de PYY se reconocen una hora después del término de la ingestión y, cuanto más alimento se ingiere, más PYY se libera; en consecuencia, la sensación de saciedad es más intensa.
Un estudio llevado a cabo con individuos obesos y delgados mostró que los índices de esta hormona en personas con sobrepeso no aumentan gran cosa cuando comen y, por lo tanto, es más difícil que se sientan satisfechos.
Bajo condiciones de alimentación controladas, a la mitad del grupo en estudio se les administró una dosis de PYY antes de comer y al resto se le suministró un placebo. El conjunto que recibió la hormona consumió entre 30 y 31 por ciento menos calorías respecto del grupo que ingirió el placebo.
El empleo terapéutico de PYY para controlar el apetito de la gente obesa es una esperanza para todos aquellos que «no saben cuándo dejar de comer»
Algunas personas, en apariencia muy disciplinadas, dejan de comer después de ingerir una cantidad razonable de alimento: se han saciado. En cambio, otras pueden seguir haciéndolo, sin sentir el agobio de la saciedad.
Un grupo de investigadores ingleses ha identificado una diferencia metabólica entre estos dos grupos. El tracto gastrointestinal produce una hormona a la que se ha llamado PYY y su función es la de reducir el apetito y, por tanto, la ingestión de alimentos.
Se encontró que el intestino libera esta hormona unos 15 minutos después del comienzo de la comida y que se desplaza a través del torrente sanguíneo hasta el cerebro, en donde «apaga el switch» que activa el hambre. Los niveles más altos de PYY se reconocen una hora después del término de la ingestión y, cuanto más alimento se ingiere, más PYY se libera; en consecuencia, la sensación de saciedad es más intensa.
Un estudio llevado a cabo con individuos obesos y delgados mostró que los índices de esta hormona en personas con sobrepeso no aumentan gran cosa cuando comen y, por lo tanto, es más difícil que se sientan satisfechos.
Bajo condiciones de alimentación controladas, a la mitad del grupo en estudio se les administró una dosis de PYY antes de comer y al resto se le suministró un placebo. El conjunto que recibió la hormona consumió entre 30 y 31 por ciento menos calorías respecto del grupo que ingirió el placebo.
El empleo terapéutico de PYY para controlar el apetito de la gente obesa es una esperanza para todos aquellos que «no saben cuándo dejar de comer»