Aunque los daños que produce en el organismo la ingestión desmesurada de bebidas alcohólicas son conocidos por casi todos, ahora se ha encontrado otro más.
Unos investigadores dieron de beber a ratas agua en la que estaban disueltas desde pequeñas concentraciones de alcohol hasta una cantidad equivalente a la que hace considerar a una persona legalmente «ebria». Dos horas después se tomaron muestras de piel de estos roedores y las sometieron a pruebas de permeabilidad, que se compararon con las de ratas que no bebieron cantidad alguna de alcohol.
Los investigadores encontraron que la permeabilidad de la piel era proporcional a la cantidad del alcohol ingerido, de tal modo que se permitía el paso de distintos componentes, entre ellos muchos tóxicos. En los roedores en los que se indujo un estado total de ebriedad, esta permeabilidad era hasta cinco veces mayor respecto de las ratas que no consumieron alcohol.
Este dato es de particular importancia toda vez que se ha observado que personas de distintas profesiones u oficios, como albañiles, impresores o mecánicos, llegan a ingerir bebidas alcohólicas al mismo tiempo que manipulan sustancias tóxicas, como fertilizantes, herbicidas, pigmentos de pinturas o solventes.