El crecimiento de un cultivo puede interrumpirse si a su alrededor brotan hierbas que compiten por los nutrientes de la tierra. Si se las combate con sustancias químicas, llamadas herbicidas, el propio cultivo corre el riesgo de ser atacado también.
La ingeniería genética ha logrado que una planta genéticamente modificada sea resistente al herbicida y que éste no la dañe, pero el procedimiento sólo funciona en contra de un sólo tipo de dichas sustancias. El problema radica en que, con el paso del tiempo, las hierbas nocivas desarrollan resistencia, razón por la cual los agricultores deben cambiar con regularidad el herbicida. Así, la planta genéticamente modificada deja de ser resistente a esta nueva sustancia y, además, es posible que también perezca.
Ante estos problemas, los investigadores en agronomía insertaron un gen humano en plantas de arroz. Este gen produce una enzima que es capaz de desactivar trece diferentes herbicidas empleados en cultivos de arroz.
La variedad con el gen humano podría incrementar en grado considerable la producción mundial de arroz, que es la principal fuente de energía en los países asiáticos, pero además sería muy útil para limpiar campos de cultivo contaminados por exceso de herbicidas, toda vez que al sembrar el arroz modificado con el gen humano se desactivarían los herbicidas residuales.
Sin embargo, existe el riesgo de que las hierbas que suelen crecer junto al arroz puedan adquirir el gen y convertirse así en «superhierbas», resistentes a todo tipo de sustancias diseñadas para eliminarlos.
Los riesgos y beneficios que conlleva la innovación científica deben ponerse en una balanza, siempre con la finalidad de tomar la mejor decisión acerca de su aplicació